11 de abril de 2017
Como abogado, son muchas y muy curiosas las cosas que, en general y en el desarrollo de la profesión, te ocurren, pero estas anécdotas se incrementan, mas si cabe, en nuestro caso, al concurrir también en quien suscribe, la condición de Magistrado, en activo durante unos 18 años.
Y así, a pocos compañeros les habrá ocurrido lo que nos pasó la semana pasada, pues no son tantos los jueces en excedencia y menos, supongo, que les pase lo que voy a contaros:
Recibimos en el despacho una llamada telefónica de un posible cliente pidiendo cita y diciendo que tenía un problema y que la persona mas adecuada para resolverlo era yo. Se le dio cita y el dia de la reunión llegó puntual, y amablemente y con alegría, se le hizo pasar a la sala de reuniones donde a los pocos minutos entré, y rápidamente lo identifiqué: Se trataba de una persona a la que hacía unos años, cuando yo ejercía de Juez de lo Penal, había condenado por unos delitos de cierta gravedad. Además, mientras cumplía condena en el centro penitenciario me dirigía periódicamente cartas personales en las que, o bien reiteraba su descontento con la condena y explicaba sus bondades o bien manifestaba su enfado.Naturalmente no dije nada y él me contó que tenía un problema y que quería que se lo llevase nuestro Despacho.
Cuando estaba a punto de terminar la reunión y justo antes de marcharse me preguntó si no me acordaba de él y yo, haciéndome el tonto, dije que no y que porqué tenia que acordarme.
Y entonces me confesó que hacía casi 17 años yo había dictado una sentencia en la que lo " encerré unos años en prisión" pero lo que mas me sorprendió fue que me dijo que esos años le habían servido de mucho, que me lo agradecía y que hoy era otro hombre gracias al tiempo que estuvo encarcelado.
En fin, de condenado a cliente, y me parecía interesante y curioso compartir esta extraña experiencia con vosotros.
Vicente Tovar.
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