17 de marzo de 2016

Cuando fueron detenidos doña Rosario Porto y don Alfonso Basterra, la gente de la calle empezó a acusarlos de asesinos. Enseguida me vino a la cabeza la obra del genial Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada.
Curiosamente la instrucción del caso iba por otro lado diferente. Todo eran lagunas, nada de pruebas contundentes: no se podía situar a nadie en el lugar del crimen, no se sabe quién trasladó el cadáver, discrepancias en la autopsia, nadie le administró calmantes a la menor etc.. Existía una realidad que nadie podía cuestionar: la pequeña Asunta había muerto por asfixia, y tenía grandes cantidades de benzodiacepina en sangre. En circunstancias similares, los letrados defensores han ganado el juicio. ¿Entonces que ha llevado al Tribunal Superior a confirmar la condena por asesinato de la señora Porto y el señor Basterra?
Comienza el juicio con jurado popular y la gente en la calle sigue pensando que los padres son los asesinos. En la sala, ahora una representación de ese público debe observar y escuchar con atención a los dos protagonistas absolutos.
Aquí os dejo mi reflexión:
Fallo uno: los dos acusados entraban en múltiples contradicciones. Yo hubiera aconsejado una defensa conjunta .
Fallo dos: Existía una prueba objetiva y era el documento de compra de la farmacia, que dejaba claro que la pareja adquiría unas cantidades poco normales de benzodiacepina. El señor Basterra al principio lo negaba, pero luego reconoció la compra y argumentó que la medicación era para su mujer. Nadie le ha creído. Siempre negó dárselo a la pequeña a pesar de que se le encontró en sangre y que una profesora testificó verla muy cansada en las clases. No se puede negar una prueba tan clara.
Fallo tres: Mala puesta en escena.
Él, vestido demasiado “casual”, parecía ir de paseo, yo le hubiera aconsejado un poco más de sobriedad y corbata. Se sentaba como si el acusador fuese él. Se enzarzaba en discusiones tan duras con el fiscal que el juez tenía que mediar. La imagen “chulesca” no le ha beneficiado. No es lo que un jurado espera ver en un padre al que le acaban de asesinar a su única hija. Incluso no sabía comportarse en los momentos en los que no era interrogado, seguía realizando aspavientos y negando con la cabeza. Al final, condenado por asesinato cuando podía haberlo sido por encubrimiento.
Ella, sobreactuada. Parecía la perfecta enlutada, llorando solo en la sala y con una posición en la silla que se acercaba a la fetal. Hablando con un hilo de voz tan fino que parecía que en cualquier momento se iba a romper. Una abogada a la que su experiencia le ha jugado en contra. Al final, condenada también por asesinato.
Os dejo una pregunta: ¿Pensáis que hay que preparar un juicio de forma diferente cuando se celebra con jurado popular?

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